Con la edad he llegado a la convicción de que ni la sociedad (buenos y malos) ni la vida (felices y desgraciados) son dicotómicas. Creo sinceramente que es un corolario empíricamente demostrable.
Sin embargo, los líderes políticos y algunos de sus seguidores, reducidos por aquellos a la condición de “populacho”, siguen manteniendo discursos dicotómicos de buenos (nosotros) y malos (nuestros adversarios).
La ausencia de matices en las palabras que salen de las bocas de personas que nunca las pronunciarían en una charla amistosa muestran hasta qué punto somos bombardeados por personajes mentirosos y cínicos. Visten el maniqueo y disparan sin piedad sobre el muñeco con consignas y eslóganes tan prefabricados como increíbles.
Actitudes y discursos que caminan en derechura hacia el más repugnante populismo. Populismos que no tienen su asiento tan solo en el chavismo izquierdista de Podemos, pues es un virus que ataca lo mismo a izquierda que a derecha y que hoy, al menos en España, ha contaminado a los dos grandes partidos.
“Podemos ha sido la mejor expresión de la crisis de identidad del PSOE. No por casualidad llevan un año tratando de disfrazarse de nosotros”, escribió hace dos días Pablo Iglesias, el secretario general de la esa formación política “indignada”. Y esta vez decía la verdad respecto al PSOE y también, al parecer, respecto al Partido Laborista británico, que acaba de elegir como líder a Jeremy Corbin, un maduro socialista y pacifista amigo político de la “pacífica” gente de Hezbolá y de Hamás.
Tampoco el PP ha sido indiferente a los deseos del “populacho”, y como prueba ahí están las actitudes y “posturas” de algunas de sus “nuevas caras”.
¿Y qué decir de los separatistas catalanes, que se han rodeado de una tropa de intelectuales provenientes del PSUC y del PSC? Viejos «elefantes» (Rubert de Ventós, Salvador Giner, Germá Bel, Manuel Castells…) que un día pertenecieron a la izquierda pensante y hoy prefieren el papel de “yayo flauta” separatista.
4 ideas sobre “Brocha gorda”
¿Pero y lo bien que venden unos y otros su mercancía de todo a cien (ptas que no euros), o lo satisfecho que se la compra el «populacho», entendiendo por tal el que se alimenta intelectualmente (que mal suena esta palabra en este caso) del pienso dizque social que los populistas le prodigan?.
Menos mal que tenemos la generación mejor preparada de la historia, aunque yo, cuando lo oigo, no acabo de ver a cual se refieren ni en qué estamentos; mucho menos entiendo que definen con ese término de formación. Nunca vi tanto político mediocre, incluso entre los que se creen listillos soltando slogans y arengas de vendedor ambulante en mercadillo, ni tanto magín en barbecho por parte de sus clientes; ni siquiera tengo claro si son esos políticos de medio pelo quienes moldean el pensamiento de sus seguidores, o son estos los que piden a gritos tales ejemplares.
Tal es el capellán así es el sacristán, y viceversa.
Un saludo
Perdóname de nuevo, Joaquín, por enmendarte la plana. Has llamado viejos elefantes (sin «comillas» y con trompa y con orejotas), y, además, proboscídeos a Rubert de Ventós, Manuel Castells, etc. Que haya libertad de expresión no te autoriza a tanto, es mi opinión. Pero, imagino que lo corregirás pronto y que mi comentario se quedará obsoleto, injustificado y gratuito. El sapiens sapiens cambia, evoluciona, se adapta al ambiente, se hace flexible como el junco para que no lo destroce el cierzo o la ventisca. El proboscídeo es demasiado pesado para hacerlo y tarda millones de años en cambiar su rumia, su instinto o su gregarismo. Es mi opinión, como siempre cordial, humana y respetable. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Más difícil es mover la tierra o los territorios o como tú quieras llamarlo. No se hace ni a tontas ni a locas ni de buenas a primeras. Hace fata su aquél, su enjundia, su pompa y su circunstancia, factores que no veo por ahí, En definitiva, que nos hemos dado unas leyes y tenemos que respetarlas. El que quieras saltárselas a la torera, pues eso, que es un torero, un espontáneo, un maletilla o un kamikaze o un señor o un truhán. Cualquiera sabe. Lo mío es escribir, no politizar. Y, encima, escribir sobre la realidad real. Para conocerla hay que vivir en Cataluña (Gerona o Girona por ejemplo). Desde Madrid como que me pilla un poco lejos tanta algarabía. Vas a permitirme que recomiende, además de mi espectáculo, (vid tu entrada anterior), paciencia, mesura, tranquilidad, serenidad, no echar más leña al fuego o paciencia benedictina o santa paciencia franciscana, jamás inquisiciones por adelantado ni «autos de fe» públicos. Lo que ayer parecía carbunclo, hoy es verde que te quiero verde, como dice un refrán de mi invención. En fin, que desde mi puesto de «consejero» siempre recetaré remedios parecidos a los del Oráculo de Delfos. Acertaba porque era impreciso siempre, tan impreciso como ininteligible. Dejemos claro el pensamiento de cada cual y de cada cuala, y a continuación, ya lo dijo Cervantes por los labios mofletudos descarrillados de Sancho Panza: «Paciencia y a barajar». Ni es tan fiero el león como lo pintan, ni «tranquilo, maestro, que ése corniveleto, de 600 kgs, negro, bragado, con trapío y malas intenciones, es una mona». Jamás. Despleguemos negro sobre blanco lo que sinceramente se cuece en nuestro cerebro, ofrezcamos nuestros razonamientos y luego actuaremos en consecuencia. Ese «actuaremos» pondrá a a cada uno en su sitio. Parafraseo a mi primo de Vicálvaro cuando dice que «obras son amores y no buenas razones». Y el 15-10-2015, a actuar con obras ajenas para dar a todos los homínidos sapiens sapiens lo mejor de uno mismo. No te defraudaré. Gracias por permitirme explayarme. Acabo de volver de vacaciones. Y huelo a sal o a salitre, pero, tras el agua caliente y un poco de jabón, mi piel olerá a ser humano sano, jamás a tigre ni a hospital militar. Obvio, claro. Gracias, Joaquín.
Al pueblo siempre tiene la razón, pero puede suceder que el pueblo esté manipulado por mentes mentirosas y entonces ¿qué?, sólo podemos confiar en la sabiduría del pueblo.
En la sabiduría de los ciudadanos. Yo no soy pueblo, soy ciudadano. Sujeto de derechos (que ejerzo responsablemente) y obligaciones (que asumo conscientemente).
Perdona, pero no estoy de acuerdo contigo.