Lo que se quiere con ellos es llamar la atención, dejar impresa en la ciudad la huella indeleble del político que lo proyecta o inaugura, del arquitecto que lo diseña. Pero eso poco o nada tiene que ver con la ciudad ni con el arte. El colmo del escaparatismo es el Gugenheim de Bilbao. Un navarro al verlo dijo: «Si así es la lata, ¿cómo serán los espárragos?» Que los espárragos carezcan de sustancia poco parece importar, pero las latas son carísimas, porque estamos en el reino de la trivialidad y el despilfarro.
Gugenheim de Bilbao
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