Nuestros amigos de E-ras (semanario on line de actualidad sanitaria) nos siguen obsequiando en http://www.opinionras.com/ con noticias “ansombrosas”. He seleccionado tres de la entrega de abril.
– Científicos británicos concluyen que comer chocolate mejora la habilidad matemática. El estudio, llevado a cabo por la Universidad de Northumbria (Reino Unido) y presentado en la conferencia anual de la Asociación Británica de Psicología, revela que las propiedades de los flavonoides presentes en el chocolate mejoran la actividad intelectual y reducen el cansancio tras una jornada de estudio. El Periódico, 3 de abril.
– Padres estresados, hijos con caries. Los hijos de padres estresados tienen una mayor propensión a padecer caries, según un estudio de la Universidad del Estado de Ohio que se ha hecho público durante la reunión anual de la Asociación Internacional de Investigación Dental que se celebra en Miami (Estados Unidos). Europa Press, 3 de abril.
– La tormenta bioquímica del beso. Cada beso que se da consume 12 calorías. Quizás sea porque para emplearnos en ello, debemos mover hasta 36 músculos, o bien porque las pulsaciones del corazón aumentan de 60 a 100 latidos cada vez que unos labios se unen a otros. La huella de cada ósculo va más allá, viaja hasta el cerebro, no sólo deja rastro en nuestra memoria sino que interviene en un gran número de circuitos neuronales, pero ¿dónde se sienten los besos? A ésta y a otras muchas preguntas responde en su libro ‘El Planeta de los Besos’ Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos. Señala Gándara en su libro, «buena parte de nuestra felicidad depende de la cantidad de besos que nos dan o damos».
Según investigadores de la Universidad de Pittsburg (EEUU), existe un gen, al que han denominado el gen KISS-1 (o gen del beso) que, junto a otro, inician los cambios hormonales que desencadenan la pubertad. Otro estudio, realizado en la Universidad de Princeton, (EEUU) y publicado en 1997, evidencia que «el cerebro humano está equipado con neuronas que le ayudan a encontrar los labios de su pareja tanto con los ojos cerrados como en espacios sin luz». Al juntar nuestra boca con la de otra persona, el sistema límbico, situado en el centro del cerebro, se encarga de transmitir esta información a otras áreas como la corteza o al tronco del encéfalo que regula los mecanismos vegetativos de la respiración, el ritmo cardiaco, la tensión arterial, el tono muscular, la salivación o la secreción hormonal. Según diferentes estudios científicos, cuando besamos apasionadamente se liberan un buen número de hormonas, como las endorfinas, que generan una sensación de bienestar y tienen efecto analgésico. A ellas se les une la oxitocina y la testosterona, la primera relacionada con la lactancia y la excitación sexual, mientras que la segunda está involucrada en un gran número de procesos fisiológicos incluido también el relacionado con el deseo sexual. A éstas les seguirá la adrenalina y noradrenalina, que elevarán la tensión arterial y los latidos del corazón.
Según la Universidad de Bochum, en Alemania, el 10% de la población mundial (unos 650 millones de personas) no se besa nunca, como en algunas tribus de Finlandia, en algunas regiones de China o en Mongolia, donde los padres no besan a sus hijos sino que les huelen la cabeza. Los maoríes siguen mordiéndose en la cara en vez de besarse. El Mundo, 1 de abril.