Corriendo tras el viento

El PSC-PSOE había ganado en Cataluña todas las elecciones generales hasta noviembre de 2011, en que las ganó CiU. Sin embargo, el PSC no ha ganado nunca las elecciones autonómicas (ganó en votos en 1999 pero sacó menos diputados que CiU).

A partir de 1999 Maragall, queriendo “saltar la banca” de CiU, metió en danza un nuevo Estatuto (que nadie reclamaba) y a partir de ahí los resultados electorales del PSC en las autonómicas han sido los siguientes:

Año 1999, Maragall: 1.183.000 votos y 53 diputados –de un total de 135-.

Año 2003, Maragall: 1.026.000 votos y 42 diputados.

Año 2006, Montilla: 790.000 votos y 37 diputados.

Año 2010, Montilla: 575.000 votos y 28 diputados.

En 2012, Pere Navarro: 524.000 votos y 20 diputados.

En pocas palabras: desde que empezó este baile –primero estatutario, luego “soberanista”- el PSC ha perdido 33 diputados, el 62% de los que tuvo en 1999, y 669.000 votos, el 56,5% de los que obtuvo antes de que empezara esta yenka.

Está bastante claro que al PSC le ha resultado letal subirse al carro identitario. Una actitud, la del PSC, que no se entiende en el resto de España pero que –como muestran los resultados electorales- tampoco se entiende en Cataluña.

Preguntado Maurici Lucena, portavoz del PSC, por qué estando contra la secesión de Cataluña estaba a favor del “derecho a decidir”, contestó que él estaba a favor porque más del 70% de los catalanes lo estaba.

¿Dónde va Vicente? Donde va la gente.

Aun sin saberlo, con esta contestación de pata de banco Lucena ha definido bien la deriva del PSC. Un partido que “se deja llevar”, con unos dirigentes que entienden la política como el arte de agacharse ante los problemas; es decir, una política sin rumbo, sin principios y sin objetivos. En efecto, el PSC se ha convertido en un partido que corre detrás del viento, pero un partido se crea y existe para convencer al público, no para dejarse llevar por la marea.

Tal y como se han puesto las cosas en Cataluña, la divisoria de aguas en la política catalana está entre los partidarios de la secesión y los contrarios a ella. Allí han puesto los separatistas la valla y una vez colocada allí no caben medias tintas. Y si uno está contra la secesión, como dice estarlo el PSC, ha de oponerse a todos y a cada uno de los pasos que pretendan dar los separatistas. Otra cosa sólo vale para hacerles el caldo gordo.

Deja un comentario