Desde que en 1977 el entonces ministro de Hacienda impulsara la primera reforma fiscal, se han publicado más de cinco mil normas de carácter estatal con fines fiscales, contribuyendo así a la auténtica confusión que ha traído y trae consigo la imparable diarrea legislativa que amenaza con inundarlo todo, acabando definitivamente con la seguridad jurídica en España. Pero lo peor de estas desmesuras legislativas viene de la mano de “la explicación de la falla”. Por ejemplo, esa canción de amor con la que Montoro nos viene cantando las delicias de la “bajada de impuestos” a partir de enero de 2015. A este propósito, veamos algunas perlas (referidas todas al IRPF).
Se ha dicho, con gran publicidad, que la nueva reforma fiscal le permitiría a un jubilado con la pensión “máxima” reducir un 12,5% su tipo impositivo, lo cual significaría cobrar en neto 800 euros anuales más. Pero a los que ganaban más de 13.260 euros se les practicaba una reducción de 2.652 euros y ahora esa reducción se ha bajado a 2.000 euros. El resultado es que el pensionista “máximo” va a cobrar en neto 40 euros más ¡al año! Es decir, 3 euros mensuales más.
En términos agregados, esa “reducción de la reducción” en 652 euros significa que los 11 millones de contribuyentes que cobran por encima de los 13.000 euros anuales (de los cuales el 75% son asalariados) aportan 1.100 millones más al Estado de lo que aportaron el año 2014.
A los ocupados que han prolongado su vida laboral se les incentivaba mediante una sensible rebaja en los costes de la Seguridad Social y la deducción de los citados 2.652 euros en sus rentas. La eliminación de este incentivo supone que en 2015 cada uno de ellos tendrá que pagar al fisco 500 euros más que el año pasado.
La reforma también ha traído consigo la disminución de la exención aplicada a las indemnizaciones por despido hasta 180.000 euros, pasando del 40% al 30%. Bajada que también afecta a la muy sabrosa reducción que recibían las rentas provenientes de los planes de pensiones.