El averno

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El infierno al que me refiero aquí es el del Dante, aquel en cuya entrada, según el autor florentino, estaba escrito sobre mármol de Carrara un terrible anuncio: “Quien entre aquí pierda toda esperanza”. Tengo para mí que esa desesperanza bien podría aplicarse a eso que llaman la Unión Monetaria y que los redactores de la dantesca consigna pudieran ser la señora Merkel y esa pareja de sabuesos que la sirve, a saber: el señor Wolfgang Schaeuble y un tal Jens Weidmann, jefe del Bundesbank, cargo que compatibiliza con el ejercicio de perro de presa en el seno del Banco Central Europeo (BCE). Es él quien corta el bacalao ahí, y no el italiano Mario Draghi.
Gracias a ellos, el euro se ha convertido en una trampa, en un auténtico cepo que ha dejado a los países del sur atados y acatando “recomendaciones de obligado cumplimiento” cuyo resultado en los mercados resulta negativo. ¿Por qué? Porque todas esas medidas, absolutamente todas, son de carácter recesivo y lo único que harán es intensificar la caída del PIB y con ello caerá la recaudación fiscal (con lo cual crece el miedo a no cobrar por parte de los tenedores de la deuda pública española).
Un círculo vicioso del que ya hubiéramos salido –creo yo- con un par de devaluaciones de la peseta… pero es que pertenecemos al BCE, que ahora se niega a intervenir pero que permitió a los bancos españoles disponer durante “los años del gran engaño” (desde la creación del euro hasta 2007) de dinero barato para financiar el gran negocio de la especulación inmobiliaria, a lo cual se sumaron unos gobiernos españoles que no cumplieron con la primera obligación de cualquier gobernante: la prudencia.
No voy a caer en el error de echar la culpa a Bruselas y a la derecha alemana de todos nuestros males; tampoco me acogeré a la demagogia de despreciar la austeridad (que siempre es una virtud), pero está en la lógica de las cosas que las “recomendaciones de obligado cumplimiento” se han convertido, hace ya tiempo, en normas “de imposible aceptación”.

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