Se anuncia el invento de un fármaco, una pastilla, que no sólo detendría la caída del cabello, también produciría la resurrección del ya perdido. Mañana veremos a los calvos de hoy lucir azabaches y rubias cabelleras. Se espera, por lo tanto, la ruina de los fabricantes de peluquines y de las clínicas de implantes.
Los científicos advierten, sin embargo, que el tratamiento tiene un grave efecto secundario: puede provocar, primero, desgana sexual y, a largo plazo, hasta impotencia. Hay que elegir: si el cabello crece, el sexo se arruga. Un dilema terrible. Empero, hay ejemplos en los cuales ambos efectos -recuperación del pelo y caída fálica-, pueden resultar positivos. Tal pudiera ser el caso del director de un periódico, protagonista de un vídeo que se hizo famoso como versión porno de «Cantando bajo la lluvia», en el cual el hombre, luciendo una (poco sacerdotal) tonsura en su coronilla, se entregaba a lluvias amarillas y otras humillaciones sexuales sin cuento. Un buen puñado de esas píldoras hubiera cubierto de pelo su desprotegido occipital y, a la vez, le hubiera evitado algunos disgustos.