Es buena hora para renegar de una monserga según la cual “todo es según el color del cristal con que se mira”. Si esa afirmación fuera cierta no existiría la ciencia, pero aquí reniego de ese refrán a propósito de la última embestida de Garzón, esta vez contra una trama de conseguidores que giraban en torno a instituciones públicas regidas por el PP.
El juez manda detener un viernes a un par de ciudadanos y, con la misma, coge la escopeta y se va a cazar cervatillos, dejando a los detenidos ablandándose en el calabozo hasta el lunes, día en el que tiene a bien interrogarles. ¿Es un abuso?
Lo es, pero es algo más, pues el Tribunal Constitucional estableció hace ya bastante tiempo que “la prisión provisional no puede tener fines punitivos ni puede servir para impulsar la instrucción sumarial”. Por lo tanto, quienes han protestado por ello tienen razón, pero, claro, los que ahora protestan son los mismos que antaño aplaudieron con entusiasmo cuando este justiciero metía en la cárcel a los imputados del PSOE hasta que éstos “colaboraban con la Justicia”, es decir, hasta que “cantaban” la melodía que al Juez le gustaba oír. En otras palabras: hasta que denunciaban a sus jefes.
¿Y qué decir del secreto sumarial? Un secreto que en el Juzgado nº 5, que es el de Garzón, es siempre un secreto a voces. Allí, en aquel Juzgado de la Audiencia Nacional, existe una manguera mediante la cual se envía gasolina hasta un periódico (antaño El Mundo, hogaño El País) para mantener vivo el incendio del escándalo. ¿Eso es un delito?
Sí, es un delito (artículos 301 y 302 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal), pero es un delito que nadie –Fiscalía, Consejo General del Poder Judicial- parece dispuesto a perseguir. Porque Garzón, sobre todo cuando anda de montería a la caza de políticos, tiene bula.
http://www.leogeo.com/43.htm DE EDUCALIA. CIBERTETECA