El pasado 7 de noviembre, el Presidente de la Generalidad de Cataluña, José Montilla, habló en el Foro Nueva Economía y habló, naturalmente, de Cataluña, y lo hizo en un tono optimista y moderado, lo cual es siempre de agradecer. Sin embargo, no podía faltar una petite frase, en torno a cierta “lógica perversa” que, además de retroalimentarse, podría suponer –y aquí llega la frase- “un riesgo severo de desapego y hasta de hartazgo mutuo” (se refiere a Cataluña y España). Vamos, que “en Madrid no nos comprenden”. O dicho de otro modo: “Somos los más trabajadores, los más inteligentes, los más sacrificados, los más guapos… y no volamos como los pájaros porque no nos dejan hacerlo los de Madrid”.
La cantinela es bien conocida. Al fin y al cabo, la hemos tenido que soportar sin medida y sin cuento… y vuelve a sonar, monocorde, cada vez que abren la boca un nacionalista o un catalanista.
Que esas quejas tengan base real o sean ilusorias (como la realidad nos muestra cada día) poco importa, pues hacer entrar en el campo de la verdad y de la razón a los nacionalistas –como bien se sabe- es como pedir peras a un olmo. Sin embargo, lo que sí cabe preguntarse es: ¿Hacia dónde va una sociedad a la cual se le intenta convencer de que nunca es responsable de sus males ni de sus actos?
La respuesta es obvia: esa sociedad así educada (o malcriada) irá hacia la queja desmoralizada y hacia la inacción propia del niño consentido… Y algo de eso está ocurriendo en Cataluña. ¿Por qué, si no, Madrid es mucho más activa y más motor que lo pueda ser hoy Cataluña? A pesar de que sus representantes pretendan repintar sus ya decaídos blasones económicos, la verdad es que la clase política catalana (ocupada durante demasiado tiempo en excluir de la vida pública a todo aquello que suene a español) sufre, ella sí, un creciente desapego popular. Tampoco los emprendedores catalanes pasan hoy por sus mejores momentos. Lo acaba de señalar con agudeza el Presidente del Círculo de Empresarios de Cataluña: “Ya es hora de abandonar la idea de que todos nuestros males vienen de Madrid”, eso ha dicho.