Leonardo Sciascia nos glosa en “Negro sobre negro” (recién editada en español) un hecho: el 3 de diciembre de 1887 la Asamblea Nacional francesa, reunida en Versalles, se encontraba en un callejón sin salida. Había de elegir al Presidente de la República y el proceso se presentaba complicado y azaroso, mas aquel nudo gordiano lo resolvió Georges Clemenceau con una sorprendente propuesta: “Votemos por el más estúpido”, dijo, y los parlamentarios consideraron razonable la moción y así lo hicieron. Fue de este modo como se eligió Presidente a un hombre llamado Sadi Carnot.
Tiempo después, las palabras de Clemenceau habrían de tomar todo su sentido, cuando el anarquista Caserio asesinó a Carnot de un disparo a quemarropa.
Caserio fue detenido y juzgado. Durante el juicio, el juez se dirigió al anarquista y le dijo:
-En el momento que lo apuntaba con el revólver, el Presidente lo miró a usted fijamente. ¿Su mirada no le turbó, no contuvo su mano?
A lo que Caserio respondió con gran aplomo:
-El Presidente no tenía mirada.