El negocio de la credulidad

Ovejas latxas azotadas por el viento sur (Uranzu)

Si conociéramos la cantidad de personas, intelectualmente solventes, que acuden a las echadoras de cartas antes de tomar una decisión laboral o amorosa, que cree en los horóscopos y en los ovnis o que recurre con fe ciega a la mal llamada medicina “alternativa”, nos quedaríamos de piedra.

Somos, en verdad, una especie contradictoria. Crédula y, a la vez, desconfiada. ¿Alguien puede tomarse en serio que las enfermedades se pueden curar bebiéndose la propia orina? Pues muchísimas personas practican esa repugnante terapia. Se cuentan por millones quienes creen en los efectos benéficos de la “reflexología”, ese arte que pretende aliviar toda clase de enfermedades, simplemente “tocando” ciertos “puntos reflejos” de los pies.

Se sabe que Hillary Clinton asistió a la “consulta” de la maga Jean Houston para mantener allí conversaciones con Eleanor Roosevelt y el con Mahatma Gandhi, aunque Hillary se negó a conversar con Jesucristo, alegando que ese diálogo resultaría “demasiado personal”. Aunque la señora Clinton dejó claro que nunca pensó estar hablando con espíritus, sí asistió a las sesiones en la clínica que Houston y su esposo, Robert Masters, tienen en Pomona, al lado de Nueva York.

“Yo creo que el universo está lleno de inteligencia. Parte de ella está encarnada y parte desencarnada”, ha declarado Jean Houston, que en su juventud recorrió Texas “haciendo milagros, como curar a personas tartamudas”.

Libros hay, publicados además por editoriales serias, en donde se sostiene que los días de luna llena son proclives al robo, al asesinato y a la conducción peligrosa. ¿Hay algo más irracional que creer, por ejemplo, que la posición de Saturno en el momento en que nuestra madre se puso de parto puede ser decisivo para nuestro carácter y nuestro destino? Pues hay millones de personas en el ilustrado Occidente que lo creen.

En mi tierra, Cantabria, se cree que el viento sur desata la locura y los bajos instintos. Por ejemplo, hace unos pocos años, en un pueblo enclavado en la ladera sur de la bahía de Santander, un hombre armado con una escopeta salió de su casa y asesinó a media docena de personas. Luego se dirigió al cementerio, se metió en un nicho vacío y se pegó un tiro. Al dar la noticia, el Diario Montañés aclaraba el misterio diciendo que “aquella mañana soplaba el viento sur”.

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