A la vista de lo que uno lee y oye, en España existe hoy un abigarrado universo de pillos, fulleros, gariteros, rateros, hampones, tósigos y manoseadores de bolsillos ajenos… Nada nuevo, pero lo peor radica en que muchos de ellos se han incrustado en la política, lo cual haría las delicias de D. Francisco de Quevedo y le darían ocasión de escribir mil “buscones”.
A falta de un análisis que presente una taxonomía exhaustiva de los casos de corrupción política que se vienen produciendo en España, se puede adelantar que una gran parte de esas “malas prácticas” procede de un sistema que bien puede denominarse toma y daca. Un intercambio en el cual una persona (física o societaria) entrega dinero (negro) a un político o a un partido a cambio de que éste, como mandamás de una institución pública, le otorgue una concesión, un contrato o cualquier otra gabela.
Como es obvio, estos cambalaches entre “cliente” y “servidor del Estado” son posibles porque el “servidor del Estado” tiene capacidad de decisión respecto a quién realiza la obra o el servicio licitados o quién se puede ocupar de la concesión correspondiente.
A estas alturas y visto lo visto podemos afirmar sin riesgo de error que toda legislación vigente para erradicar esas prácticas –y es mucha esa legislación- (ley de contratos, leyes contra la corrupción, ley de transparencia, etc.) no ha servido absolutamente para nada. Por lo tanto, si es que se quiere –de verdad- atacar el problema, habrá de hacerse desde otra perspectiva. Veamos:
Las decisiones políticas sobre contratación, obras y servicios públicos o concesiones administrativas pasan por tres momentos diferentes: Primero se decide qué hacer, en segundo lugar se decide cómo hacerlo (proyecto) y en tercer lugar se decide quién lo va a hacer (concursos, subastas, etc.).
Pues bien, el qué hacer y el cómo hacerlo deben quedar en manos de los políticos, pero se ha de prohibir clara y terminantemente que ningún político pueda intervenir jamás ni directa ni indirectamente en la decisión de quién hace la obra, da el servicio o toma la concesión. El quién ha de quedar en manos de comisiones ad hoc compuestas por funcionarios de carrera.
¿Evitará eso la corrupción? Quizá no, porque siempre que existan seres humanos existirán tentaciones y muchos caerán en ellas, pero la corrupción se alejará de la política porque ya se sabe que quien evita la tentación evita el pecado. Precisamente por ahí hay que cortar este nudo gordiano.