El paro como indicador social*

 

Según los datos de abril del INEM, al final de ese mes había en España 3.164.000 parados, de los cuales el 58,9% eran mujeres, siendo la de las mujeres una población activa menor que la de los hombres.

El 51,3% de los parados había cumplido ya los 45 años. Es decir, que más de la mitad de los parados es “gente mayor” y, por lo tanto, con dificultades añadidas para volver a trabajar.

Casi 2,2 millones de parados trabajaban antes en “servicios”, lo cual nos habla de una economía muy dependiente del turismo, con el añadido que trae consigo: una alta temporalidad.

Los extranjeros parados eran 388.000.

Empadronados en Andalucía había casi 780.000 parados, seguida por Cataluña con 382.000.

Aunque el número de parados se haya atemperado, el paro sigue siendo el mayor problema socioeconómico que tiene España, y lo tiene desde la crisis del petróleo (1973). A esta tara se ha sumado, sobre todo a partir de la última crisis (2008), la inestabilidad en el empleo y la depresión salarial. Esa volatilidad social, que hunde sus raíces en un mercado laboral inestable, es también responsable de, por ejemplo, la bajísima fecundidad española, que ha pasado en pocos años de ser las más altas de Europa a estar entre las más bajas del mundo.

En 2017 nacieron menos de 300.000 bebés de madres nacidas en España, 295.755 en concreto (sumando los hijos de inmigrantes hubo 391.265 nacimientos en total). No habían nacido tan pocos hijos de españolas probablemente desde el siglo XVII. Una situación que de sostenerse disparará el indicador de envejecimiento (personas de 65 años y más sobre el total de la población)

La tasa de actividad femenina es en Suecia notablemente superior a la española. Por otro lado, en Suecia, como en todos los países nórdicos, la proporción de hijos nacidos fuera del matrimonio es más elevada que en España. También las rupturas matrimoniales son allí mayores: mientras en Suecia la mitad de los matrimonios celebrados en 1980 había concluido en divorcio en el año 2000, en España apenas superaba el 10%, y siendo todos estos –y otros- indicadores más favorables para que en España la fecundidad fuera mayor que en Suecia y que en otros países europeos, ¿por qué ocurre todo lo contrario?

La explicación de esa diferencia ha de buscarse, pues, en otra parte, y desde luego en el empleo. El empleo efímero y la destrucción progresiva del Derecho laboral han sido más profundos en España que en los grandes países europeos. En concreto, el paro y la temporalidad laboral (esta última ha crecido en toda la UE) son en España notablemente más altos que en la mayor parte de los países de la Unión Europea.

Por otro lado, en España, la mujer, aunque trabaje fuera de casa, carga con la mayor parte de las labores del hogar. Los datos que arrojan las diversas encuestas realizadas al respecto muestran unos comportamientos mejores que antaño, pero aún son muy duros para las mujeres. La “conciliación entre la vida laboral y familiar” sigue siendo entre nosotros un eslogan, una frase piadosa, que tiene aún escaso contenido práctico.

 

*publicado en El Economista

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