La cosa empezó mal con dos planes hidrológicos nacionales fallidos. El primero propiciado por el PSOE (José Borrell era el Ministro) y el segundo por el PP. De hecho, con el fracaso de ambos planes, se fue a pique no sólo el trasvase del Ebro sino también cualquier otro trasvase y –no se sabe por qué- ahora lo “progre” es la desalación. Una forma carísima –ésa de las desaladoras- de hacerle la competencia al sol. Un astro que nos evapora el agua de los mares y la pone en las nubes, desalada y gratis.
Las desaladoras como única solución del problema constituyen –dicho con todos los respetos- una majadería… y también una forma de escurrir el bulto ante un problema político: el Estado se ha dejado arrebatar un derecho indeclinable, el de decidir sobre lo que se hace con el agua, superficial o subterránea. Porque, desde la implantación del Estado liberal sabemos que el agua que hay en España no es de nadie -¡porque es de todos!-, tampoco el Ebro es propiedad de los aragoneses, sino de todos los españoles, y la gestión corresponde a su legítimo representante: el Estado.
No tengo dudas acerca de las razones que tuvo el Gobierno de Aragón para oponerse al trasvase del Ebro propuesto por el PP. Las conozco y las aprecio, como aprecio su derecho a un mayor y mejor desarrollo, pero es difícil admitir que un Estatuto de Autonomía (el de Aragón) prohíba cualquier trasvase desde esa cuenca del Ebro a otras. Si ésa es la España plural, que algunos predican, convendría que nos fuéramos desapuntando.
Infumable es también el que otras autonomías pretendan expropiar al Estado cuencas hidrográficas completas. Pero… ¿qué concepto de Estado tienen quienes proponen semejantes cosas? Y esta vez no son nacionalistas radicales, sino notables militantes del PSOE (Andalucía-Guadalquivir) y del PP (Castilla y León –Duero).
Ya se ve que las actitudes nacionalistas han hecho escuela a la hora de la reclamación de competencias. Una reclamación que suele responder a una vieja actitud burocrática: la de obtener el máximo de competencias para ejercerlas con el menor grado de responsabilidad.