HOMOSEXUALES

He visto a Mariano Rajoy contestando a una pregunta sobre lo que piensa hacer con la Ley de matrimonios entre homosexuales, si gana las elecciones… y lo noté incómodo al contestar lo siguiente: “Debería llamarse unión y no matrimonio, pero se mantendrán los derechos de esas uniones. Con una excepción: la adopción”.
 En primer lugar, no se entiende por qué a una unión libremente elegida – formalizada ante un Juzgado- y que contiene los mismos derechos y obligaciones que un matrimonio no se le puede llamar “matrimonio”.
En segundo lugar, resulta torpe sostener que en un país en el que los solteros pueden adoptar no lo puedan hacer las parejas, sean o no del mismo sexo. Se argumenta en contra diciendo que el niño precisa de las dos figuras: la paterna y la materna, y al no contar con ambas se le produce una carencia. Sí es una carencia (y lo sé bien, pues  mi madre murió cuando yo tenía seis años) pero nadie puede asegurar que ésa sea una carencia traumática. Los estudios disponibles muestran que no lo es. Para carencias, las que les produciría dejar a esos mismos niños en el orfanato del que provienen.
 Pero más grave que todo lo anterior es que un partido político renuncie a su autonomía y esté dispuesto a enajenarse las voluntades y los votos de millones de electores, simplemente, por darle gusto a unos señores –ellos sí, solteros y sin compromiso- detentadores de unos prejuicios religiosos más viejos que la tos.

 

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