IMAGEN

 


 

 

 

 

 

La hipótesis subyacente en cualquier “titular” periodístico, como en todo eslogan publicitario, es doble: 1) el lector siempre tiene prisa y 2) el lector es un necio (un “simple”) o tiene la cabeza en otras cosas, como para dedicar su atención y su talento a enterarse de lo que pasa en el mundo, objetivo declarado de la comunicación. En otras palabras, el “titular” contradice la comunicación, entendida como transmisión de conocimientos acerca del mundo. Al no requerir una especial atención del lector, el “titular” se mueve en el magma pegajoso y expansivo de la trivialidad.
Si el logos político, dados sus escasos contenidos diferenciales, ha decaído, ¿qué nos queda? La imagen. Estamos ante el dogma moderno de la publicidad: “una imagen vale más que mil palabras”. Cosa que se afirma con gran desparpajo introduciendo, de rondón, el mensaje de que las palabras sirven de poco, pues no pueden contener imágenes, pero, ¿hay o no hay imágenes en las palabras? Sí, mas para verlas, es preciso imaginarlas. Un esfuerzo que no parecen estar dispuestos a permitirnos los forofos de la imagen, para quienes, probablemente, “Las Meninas” de Velázquez sea sólo una “foto de familia” hecha en el Alcázar de Madrid mientras un tipo estaba allí pintando.

 

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