A lo largo de su atormentada y tormentosa historia, la izquierda, con todas las contradicciones que se quiera, ha peleado por extender el ideal de ciudadanía,
vale decir: ha luchado por la liquidación de los privilegios, incluidos, claro está, los ligados al sexo, al linaje, a la raza (si es que eso existe, que no creo) o a la clase social. Precisamente lo contrario de lo que han sostenido y sostienen los nacionalistas de cualquier color.
Los nacionalistas suponen, por ejemplo, que la pertenencia a una comunidad cultural es suficiente título para otorgar derechos o levantar fronteras. En ellos, el antiigualitarismo es patente y sirve, por ejemplo, para convertir a la lengua “propia” en fuente de discriminación contra quienes tienen otra lengua materna.
Lo dicho: resulta imposible ser de izquierdas y, a la vez, ser nacionalista, pero hay más:
¿Cómo hacer una política de Estado, cualquier política de Estado, teniendo como socios a los nacionalistas?
¿Qué Estado se puede construir en España haciendo caso a las disgregadoras demandas de los nacionalistas?.