La belleza de los monstruos

Pablo Iglesias es partidario de otorgar el derecho de autodeterminación a Cataluña, pero nunca aclara si ese “derecho” se le otorgaría a Cataluña antes o después de esa nueva Constitución maravillosa que él tiene en la cabeza para sustituir a la de 1978. Por otra parte, Iglesias nunca dice si esa nueva Constitución (¿“chavista”?) pretende consensuarla con otros partidos o si nos la impondrá a todos ese “pueblo” que sólo él representa.

También dijo en el programa “Herrera en COPE” que nadie debería preocuparse por la unidad de España, pues en cuanto él llegue a la Presidencia del Gobierno la inmensa mayoría de los separatistas volverían a la razón y a sentirse “a gusto” en España. Artur Mas no tardó ni diez minutos en asegurar que el dueño de la coleta más famosa de España era más de derechas que José María Aznar.

Iglesias y Mas portan el mismo virus, el del populismo, y venden la misma mercancía, muy bien descrita por Alfredo Ramírez Nárdiz en su nuevo libro (“La belleza de los monstruos”. Bosch Editor), que recomiendo:

» Si ellos gobernaran, la felicidad, la riqueza y todas las bondades de la civilización se desparramarían sobre los ciudadanos. Que haya gente que con tal discurso les vote es enternecedor, deben reconocérmelo. Y no ya por la inconsistencia de los argumentos históricos, o jurídicos, o de mera racionalidad básica, sino por el fascinante desprecio a la realidad del mundo actual […] Pero en fin, el grito tribal es terriblemente poderoso y atractivo […] El populismo no es sólo una degeneración de la ideología democrática, es en sí una ideología alternativa y opuesta a la democracia, que afirma quererla mejorar y depurar, pero que, en última instancia, pretende sustituirla por un modo de gobierno carismático, personificado en un líder identificado con un “pueblo” que para ellos es un todo uniforme”.

No debemos confundirnos. El populismo disfrazado de izquierdista (Podemos), de derechista y xenófobo (LePen) o de nacionalista (Mas), es siempre hijo del totalitarismo. Por eso dan miedo, el miedo a que se reproduzca el proceso que en la “ilustrada” Europa dio el poder a los totalitarismos para, inmediatamente, producir la mayor matanza de la Historia.

Las paradas nazis impresionan porque se trataba de “multitudes convertidas en unidad mirando al frente, sin dudar, sin existir, pues de hecho no existían, ya que dejaron de ser hombres para convertirse en nación, en pueblo, en raza, en tribu” (Ramírez Nárdiz, op. cit.).

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