La gran confusión

Leo una entrevista con Ariadna Gil en la que ella dice: “Estoy en contra de que Cataluña se separe de España, pero estoy a favor de que los catalanes se pronuncien sobre ello”. Y yo me pregunto cómo es posible que una persona inteligente no se dé cuenta de la trampa en que la han metido.

Si se hiciera una encuesta preguntando a los entrevistados si desean “decidir” sobre cualesquiera aspectos de la vida colectiva, el porcentaje de síes estaría muy cerca del 100%. Nada de anormal hay, por lo tanto, en que la inmensa mayoría de los vascos, de los catalanes, de los ilicitanos o de los de Pucela quieran “decidir”. ¿Sobre qué? Por mucho que se empeñe uno, no puede decidir volar como los pájaros, porque existe la ley de la gravedad. Algo parecido les pasa a los vascos o a los catalanes, que no pueden “decidir” convertir en estados independientes a sus comunidades autónomas porque existe una ley llamada Constitución que los vascos y los catalanes (al igual que el resto de los españoles) decidieron aprobar masivamente. “La Democracia está por encima de las leyes”, ha soltado Artur Mas durante su interminable campaña por “el derecho a decidir” del “Pueblo catalán”. Equiparar democracia con votación es un abuso. ¿Por qué? Porque sin votaciones no hay democracia, pero no toda votación es democrática.

Por ejemplo, si alguien convocara un referéndum proponiendo que se vayan de España los gitanos (o los moros, o los bajitos, o los calvos… o los catalanes), esa consulta no sería democrática. ¿Por qué? Porque la segregación racial o cultural está prohibida por las leyes.

Según la Constitución, “el derecho a decidir” sobre la secesión de una parte de España no lo tienen los residentes en ese territorio sino el conjunto de los españoles… Y es impensable que una Constitución redactada y aprobada por personas en su sano juicio contenga en su seno el derecho de los habitantes de cualquier territorio a crear un Estado propio.

Imaginemos que los termocéfalos de Esquerra Republicana de Cataluña consiguen un referéndum para separarse de España y lo ganan por el 50,01%, pero en la provincia de Barcelona lo pierden. ¿Crearían un Estado con las otras tres provincias u obligarían a los barceloneses a sumarse a la huida?

La I República, que apenas duró un año, acabó con Cartagena y Jumilla declarándose estados soberanos. No sé qué dirán de ello los neo-republicanos tipo Cayo Lara, pero a mí me sigue pareciendo una broma de muy mal gusto.

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