Leo en el ABC del sábado 7 de diciembre este titular: Montoro: “La Agencia Tributaria está llena de socialistas” y en el texto de la noticia:
»El Ministro se empeñó ayer en transmitir que los 29 ceses que se han producido en la Agencia Tributaria son “relevos”. “Cesan porque no les gusta el director general”. Montoro también defendió el derecho de Menéndez a “montar su equipo”.
Montoro nos viene ahora con que estos funcionarios cesan porque no les gusta el director, pero de sus propias palabras se deduce precisamente lo contrario: es al director general a quien no le gustan esos funcionarios. Un director general, Santiago Menéndez, al que los inspectores de Hacienda llaman –y por buenas razones- “Treméndez”. “Un sectario al frente de la Agencia sólo puede acabar o muy mal o peor”, añaden.
Al oír a Montoro se diría que hemos vuelto al modelo de las cesantías que tanto retrasó la modernización del Estado en España. Da la impresión de que el Ministro de Hacienda no entiende que una Función Pública moderna ha de ser profesional e inamovible, es decir, no sujeta los vaivenes políticos. Un funcionario ha de observar las órdenes y seguir los objetivos marcados por el Gobierno, cualquiera que sea el color político de éste, pero el Gobierno no debe intervenir en la carrera profesional del funcionario. El ingreso y promoción de un funcionario dependerá exclusivamente del mérito y la capacidad (así lo dice la Constitución española). Por eso el señor Menéndez, que es un cargo nombrado a dedo, no tiene derecho a “montar su equipo”, pero el Gobierno sí tiene el derecho –y el deber- de marcar objetivos.
En los países más avanzados de la UE la carrera funcionarial llega hasta el nivel de subsecretario y abarca, por supuesto, el nivel de director general, sin que en esos ascensos intervenga el dedazo de ningún Montoro.
Yo no sé si en este caso de la Agencia Tributaria estamos ante una “caza de brujas”, lo que sí sé es que estamos ante una concepción de la Función Pública dañina y peligrosa.