Los oblatos

Oblato: Dícese de aquel individuo que no ha salido
del convento (socialista) y en él ha trabajado y
de él ha vivido.

Teófilo Serrano

Bajo el titular “Una generación que pide cambio, pero no ruptura”, El País publicó el 4 de diciembre las respuestas a unas preguntas dirigidas a nueve jóvenes líderes socialistas entre los 31 y los 45 años  en los cuales las periodistas Anabel Díez, Lourdes Lucio y Vera Gutiérrez, firmantes del reportaje, parecen creer se asentará el futuro del PSOE.
Desde luego, entre las preguntas que les plantearon a estos nueve jóvenes valores no estaba una muy elemental y relevante: ¿Cuánto tiempo y en qué ha trabajado usted fuera del Partido?  Lo cual hubiera sido clarificador y serviría para que el lector supiera si los entrevistados son todos oblatos o hay entre ellos algún externo.
Me temo que si sumáramos todos los años en los cuales estos nueve jóvenes han estado trabajando en (y viviendo de) alguna empresa productiva “fuera del convento socialista” la media difícilmente llegaría a la unidad.
La promoción política de la mayor parte de ellos es obra del zapaterismo y con la excepción de Emiliano García-Page (que no sé yo qué pinta en este spot comercial navideño insertado en El País) todos le deben algo a José Blanco: directamente sus “ascensos” políticos o, en cualquier caso, el nihil obstat, porque en el PSOE de Zapatero apenas ha prosperado alguien que no haya pasado por el “comité de selección”.
Pero vayamos al grano: ¿qué responden a las preguntas? Por ejemplo, a ésta:
¿El armazón del programa electoral es suficiente para la nueva etapa?
“Es un marco de trabajo… y un magnífico punto de partida”, dice Madina. “Una plataforma sólida”, asegura Susana Díaz. De “muy útil” lo califica Pilar Alegría. “Una gran base”, proclama Leire Pajín. “Como armazón es suficiente”, dice Juan Moscoso, y de “proyecto reflexionado” lo califica Laura Seara.
Y yo me pregunto: ¿Se han leído el programa?
A lo mejor se lo han leído… Y, sin embargo, parecen ignorar que un programa electoral –cualquiera que sea el partido que lo avale- es como entrar en el País de las Maravillas pero sin Alicia y este último del PSOE no es una excepción. En él todo es “sostenible” (la palabra se repite 56 veces) y “eficiente” (78 veces). Un catálogo completo de buenas intenciones. Todas ellas “políticamente correctas” y teñidas de verde (ecológico) como los campos en la primavera. Sin embargo, las propuestas fiscales son magras y, en buena ley y dadas las actuales circunstancias, debieran haber sido el eje del debate electoral pues -no nos engañemos- el sistema fiscal español está hecho unos zorros.

Está hoy generalmente aceptado que una de las peores políticas puestas en marcha por el Gobierno de Zapatero fue la hidráulica; pues bien, uno se la encuentra de nuevo en el programa, con su buenismo y todo: “Convocaremos a todos los agentes sociales, económicos y políticos para alcanzar una política de agua compartida”, lo cual, en roman paladino, quiere decir que no se piensa hacer nada.
Quien acabó con el Plan Hidrológico nacional y alanceó las cuencas hidrográficas en beneficio de no se sabe qué desaladoras, es decir, Cristina Narbona y su “coro verde” de ecologistas renacen en el programa de sus propias cenizas para anunciarnos que hay que ahorrar agua, y nada de embalses, que son franquistas.
Ideas verdes que vuelven –como la burra al trigo- a la hora de abordar el espinoso asunto energético: “nuestra apuesta decidida son las energías renovables” que, como todo el mundo sabe, ni dejan residuos ni contaminan el aire (aunque sí el paisaje)… pero ¡ay! son mucho más caras que el petróleo. Para ello “estableceremos un régimen estable de apoyo a las energías renovables”, dice el programa. Pero no se dice quién pagará ese apoyo.
Ecologistas, feministas y defensores de otras utopías parciales… todos  tienen en el susodicho programa su acomodo. Por haber hay hasta un brindis al sol lingüístico. En efecto, mientras los nacionalistas hacen todo lo posible por erradicar el castellano de sus territorios, el programa nada dice de eso, pero se preocupa de que todos los adolescentes españoles “al término de la educación obligatoria conozcan  perfectamente tanto la lengua castellana como el resto de las lenguas cooficiales”.
Hay “regalos” para todos, pero, al menos yo, no he visto en el programa ni una sola cuantificación y menos aún un discurso global y coherente. Lo dicho: “una gran base para el futuro”, como asegura Leire Pajín.
Pues bien, si esa va a ser la base de la “renovación”, apaga y vámonos.
Pero no acaba ahí la cosa.
Preguntados qué letra de las siglas del PSOE es preciso reforzar, casi todos coinciden en la P de Partido, excepto García-Page, que le atribuye la P a otra palabra: “Política”, diferencia con el resto que no es baladí.
¿Por qué escogen el Partido?, me pregunto yo. Y me asalta otra duda: ¿no será que para casi todos ellos no existe otra cosa?
¿Hay algo que el PSOE no deba volver a hacer?, se les pregunta. Casi ninguno esboza el más leve camino hacia la autocrítica, lo cual no deja de ser grave en personas que de una forma u otra han sido protagonistas y corresponsables del desastre electoral. Con la excepción –otra vez- de García-Page, que tras ganar las elecciones sigue siendo Alcalde de Toledo.
Eso sí, todos ellos reclaman más “conexión con movimientos y agentes sociales” o dicen que “hay que mirar hacia delante”. Afirmación más bien interesada en quienes no quieren responsabilizarse de nada. Sí, ya sabemos que de todos nuestros desastres tiene la culpa… ¿quién?: LA CRISIS.
Y sigo preguntándome: ¿qué se entiende por “conexión con la sociedad” o “estar más presentes en ella?” Pues eso: “explicar las cosas bien” y “escuchar más a la gente”. Pero nunca pertenecer a “la gente” como uno más de la tropa. En suma, se concibe el Partido como una inexpugnable ciudadela. Eso sí, una ciudadela benevolente y benéfica.
Menos mal que uno de ellos, César Luena, asegura que “debemos pensar más la política fiscal”. ¿Y qué ha hecho el zapaterismo durante estos siete años? Pues predicar cosas tan coherentes como que bajar los impuestos era de izquierdas y subirlos también.
Políticas seguidas por ZP, como la territorial, aquella de la “España plural” que desembocó en el Estatuto de Cataluña, o la doblez de la política “por la paz”, ésa que ahora está destapando el inefable Eguiguren no merecen ningún comentario de estos jóvenes con futuro. Quizá no las citan “porque no debemos estar más tiempo en el diván” y “hay que mirar hacia adelante”.
En resumen: Salgamos lo más pronto que se pueda del paso con un congreso rápido… aunque al PSOE le acabe ocurriendo aquello que dicen le pasó a un enfermo: cuando volvió en sí ya era cadáver.

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