Después de que el conocido y laureado hacendista José Blanco lo anunciara durante dos veranos seguidos, el Gobierno ha decidido, al fin, subir los impuestos “a los ricos”. ¿Y cómo lo va a plantear? Pues incrementando en un par de puntos los tipos en los tramos altos del IRPF, concretamente les toca apoquinar a quienes declaran unos ingresos superiores a los 120.000 euros, que son unas 100.000 personas, con un incremento en la recaudación entre 170 y 200 millones.
Pero es que los ricos, los de verdad, no suelen caer en la vulgaridad de declarar todos sus ingresos y pagar a tocateja el IRPF. Y no es que defrauden al fisco, no es necesario: la legislación y las habilidades de sus asesores fiscales les permiten salidas menos arriesgadas y sobre todo más baratas. Un ejemplo de ello son las sociedades de inversión, las SICAV. Un invento de la era Zapatero que permite cotizar a la Hacienda Pública muchísimo menos que lo que cotizan aquellas personas que están sujetas a nómina.
En efecto, las SICAV cotizan a un tipo simbólico del 1% en el impuesto de sociedades y entre el 19% y el 21% cuando de ellas se obtienen reembolsos, dividendos y cuando se venden las participaciones, pero también han conseguido “inventar” un sistema (diferir los pagos) para retirar fondos de las SICAV sin apenas tributar.
Y de esta guisa el IRPF se ha convertido en un impuesto sobre los salarios (el 90% de la recaudación del IRPF proviene de los salarios, que sólo representan el 45% de la Renta Nacional). Lo cual me lleva a una primera conclusión: es preciso cambiarle el nombre a ese impuesto y llamarlo IS (Impuesto sobre los salarios), impuesto al que sólo cotizarán los asalariados… y que los finos hacendistas se las arreglen para que los no asalariados coticen, al menos, el 22% más de lo que Hacienda haya ingresado por cuenta del nuevo IS.