Hace una tarde primaveral; quizá por eso, Fedor Antonov se ha decidido a sacar de paseo a su hijo Lev, de tan solo diez años. El muchacho se detiene ante una estatua de piedra que representa al Vladimir Ikich Ulianov, el fundador de la Unión Soviética.
-¿Quién es este señor? –indaga el niño.
-Éste que ves ahí es el gran Lenin. Fue él quien comenzó a quitarnos las cadenas del capitalismo.
Cien metros más adelante el chico vuelve a pararse delante de otra estatua, erigida en honor de Josip Dugasvili, el sucesor de Lenin.
-¿Y éste quién es, papá?
-El gran Stalin. Él acabó de quitarnos las cadenas.
-¿Y qué son las cadenas? –inquirió, insatisfecho, el pequeño Lev.
-Las cadenas eran una serie de aros engarzados, generalmente de oro, que servían para llevar los relojes atados a las chaquetas –informó el padre.
-Y el capitalismo, ¿qué era el capitalismo?
-El capitalismo era la explotación del hombre por el hombre –aseguró Fedor.
-¿Y el comunismo? –insistió el muchacho.
-El comunismo, Lev, es todo lo contrario.