De la película Quo vadis? (Mervyn Le Roy), que yo vi recién estrenados mis primeros pantalones largos, recuerdo una escena en la cual Petronio (Leo Genn), que acaba de recibir de manos del sicario Tijelino la sentencia de muerte enviada contra él por Nerón (Peter Ustinov), decide quitarse la vida al finalizar una fiesta preparada en honor de sus nobles amigos romanos. Ya en los postres, Petronio dicta una carta dirigida a su verdugo en la cual hay una recomendación que yo recuerdo así: “Mata, divino Nerón, pero no escribas versos”.
Nerón, en efecto, era aficionado a versificar y sus halagadores, que eran legión, le habían hecho coronar de laurel por su méritos literarios, cosa que a Petronio, “el árbitro de la elegancia”, le resultaba, estéticamente, insoportable.
Pero quizá la recomendación de Petronio no está dictada sólo por la libertad que procura el trance definitivo de la muerte y vaya más allá, refiriéndose a la inconveniencia de mezclar las armas con las letras. Las armas, es decir, la fuerza y el poder.