Nuestro pequeño Savonarola

Girolamo Savonarola (Ferrara 1452-Florencia 1498) fue un dominico toscano que tomó desde el púlpito la bandera de la denuncia contra la corrupción de la Iglesia, animando de paso a sus seguidores contra Lorenzo de Médicis, gran señor de Florencia, conocido como El Magnífico.

Lorenzo, de espíritu cultivado y liberal, ya en su lecho de muerte, llamó al fraile y se confesó con él. Tras la muerte de Lorenzo, los agitados acontecimientos que siguieron llevaron a Savonarola al poder, pero la larga mano de Alejandro VI (el Papa Borgia) acabó por conducirlo a la hoguera. Fue colgado y luego quemado en la florentina plaza de la Señoría en auto de fe. La fe que él tanto había defendido.

En el museo de la ciudad hay un cuadro de autor desconocido en el que se ha fijado, como en una fotografía tomada en plano general, el terrible momento del suplicio. El viajero que visite, allí cerca, el convento de S. Marcos, aparte de admirar los frescos de Fra Angélico, podrá visitar la celda que en su tiempo ocupó Savonarola. En ella se conservan unos trozos de madera chamuscada, restos del palo que sostuvo su cuerpo y el de sus dos compañeros de tortura

Quien esto escribe no es quien para recomendar a los dirigentes de Podemos una visita a la ciudad del Arno, pero quizá sí sea pertinente plantearles una pregunta: ¿no le hubiera ido mejor al dominico y a Florencia toda un razonable acuerdo con Lorenzo de Médicis?

Savonarola se creía su papel, pero existen dudas razonables acerca de la firmeza ideológica del cambiante discurso de Pablo Iglesias. Hay un diferencia sustancial entre el sermón de Girolamo y el oportunismo político de Pablo, quien hoy habla de su pureza innata (“yo llevo la revolución en mi corazón desde el momento en que nací”) y mañana se ofrece como Vicepresidente de un Gobierno de coalición entre sus huestes inmaculadas y uno de los dos pilares (PPSOE, ¿recuerdan?) de la casta.

Lo que nadie podrá poner en duda es la profunda convicción marxista de Pablo, pero no es el marxismo de Karl, sino el de Groucho, quien, en uno de sus diálogos más certeros, dirigió a otro personaje las palabras siguientes: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, también tengo otros”

¿Y quién va a hacer en esta historia el terrible papel de Alejandro VI, padre que fue de César Borgia y de su piadosa hermana Lucrecia?

Pues esta vez el Borgia está en bando del pequeño Savonarola vallecano, y se llama Nicolás Maduro (Nicola Maturo, por seguir en el idioma de Florencia).

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