PAZ, SI ¿PERO CÓMO?

 

 

 pICASSOAunque no lo parezca –dado que tan a menudo algunos estados se lo pasan por debajo del arco de triunfo-, existe un Derecho Internacional y hay firmados cuatro Convenios de Ginebra, incluso puede hablarse de un “derecho internacional humanitario”.

Desde este punto de vista, el conflicto israelí-palestino puede definirse como un “conflicto armado internacional” y esta definición tiene sus consecuencias.
Se podrá argumentar en contra de lo dicho que Hamás (el grupo armado palestino que controla la franja de Gaza) es tan solo un grupo terrorista y, en efecto, así lo consideran tanto los EEUU como la Unión Europea, mas esa calificación de terrorista no afecta a la definición del conflicto. Estamos ante un “conflicto armado internacional” y por eso le son aplicables los cuatro Convenios de Ginebra y el así llamado Derecho Internacional humanitario… que, por cierto, ambas partes violan sistemáticamente. Por ejemplo, ninguna de las dos respeta el principio de distinción, según el cual los no-combatientes, o, en otras palabras, la población civil, no pueden ser tratados como si fueran gente armada o constituyeran objetivos militares.
Los misiles -que desde tiempo atrás- lleva lanzando Hamás sobre el territorio israelí violan este principio de distinción y la misma violación ha cometido el Ejército israelí cuando ha entrado en Gaza, pero, además, y a la vista de los resultados, el ejército judío ha violado, también, el principio de proporcionalidad, desatando un fuego de una amplitud desmesurada sobre objetivos militares dispersos a los que –según todos los indicios- ha atacado como si aquéllos formaran una red continua, aplicando en su contra un tipo de bombardeo aéreo y terrestre en tapiz. Lo cual está prohibido, como también lo está el uso de escudos humanos que, según se sabe, ha practicado Hamás, situando a sus fuerzas –es decir, a los objetivos militares desde el punto de vista israelí- en zonas densamente pobladas, lo cual también constituye una violación de los principios que aquí se están comentando.
¿Y cómo calificar la prohibición, impuesta por el Gobierno israelí, del paso hacia Gaza de ayuda humanitaria, incluyendo alimentos y medicinas?
Lo dicho: un desastre –uno más- del cual el daño más notable y doloroso lo ha producido, como es obvio, el más fuerte, es decir, Israel.
Este largo conflicto –especialmente en sus fases agudas, pero también en los periodos de aparente calma- ha constituido un gran desprecio de los principios humanitarios y un ataque contra cualquier política de conciliación… y como es lógico y humano, uno tiende a ponerse del lado del más débil, de quienes más sufren, y en este punto no cabe la menor duda: ése es el pueblo palestino. Un pueblo que no se merece tal destino… y tampoco se merece los líderes políticos que le han tocado en suerte. A este propósito no vendrá mal una breve pincelada.
Es de dominio público que -ya antes de la muerte de Yasir Arafat- Al Fatah se había convertido en la cueva de Alí Babá, con unos niveles espantosos de corrupción (probablemente por eso perdió las últimas elecciones ante Hamás)… y qué decir de estos últimos. La termocefalia islamista de Hamás les ha llevado a romper –escindiendo incluso una parte del territorio- cualquier posibilidad de crear algo parecido a un Estado viable, ese Estado Palestino que cualquier persona decente desearía ver funcionando, pero no, ellos prefieren seguir paseándose con el fusil en bandolera, porque además del conflicto con Israel y a causa de sus líderes, entre los palestinos existe una auténtica guerra civil, una guerra suicida. Claro que a los fundamentalistas del Islam les encanta el suicidio, pues éste, siempre que lo sea en pro de una buena causa (ejemplo de buena causa: la voladura de los trenes en Madrid), lleva a los suicidas directamente al paraíso para gozar allí en compañía de las huríes ésas.
Porque algunas cosas debieran de quedarle claras a un hipotético lector “progre” de estas nada originales reflexiones: Hamás no sólo es un grupo –ya se ha dicho- terrorista, además se atiene a una carta fundacional, nunca cambiada, cuyo objetivo principal es la destrucción del Estado de Israel y, como es lógico, este movimiento no está –ni de lejos- a favor de la paz en la zona. Como tampoco lo está el Gobierno clerical de Irán, que es quien les suministra el armamento.
En cuanto a Israel, tampoco sus líderes actuales son como para tirar cohetes. Tan es así que para muchos analistas, en nada sospechosos de anti-judíos, este ataque mortífero sobre Gaza ha de explicarse en clave electoral interna. Dicho de otra manera: se desata el ataque “para defender a la población civil y el honor nacional”. Pero lo que en verdad se está buscando es un puñado de votos a obtener en las ya próximas elecciones. Acosada por un radicalizado Likud, la actual coalición gobernante pretende –siempre según estos analistas- ganarle a su adversario por la mano echándose al monte (en este caso, debe de ser el Monte del Sinaí, el de las tablas de Moisés) con más entusiasmo incluso que los partidarios del duro Netanyahu… y ésa es otra, porque un país cuyos padres fundadores tenían un sentido laico de la política ha tomado una deriva religiosa, en verdad, detestable. Como detestable es todo Estado clerical.
Está muy bien que todos pidamos la paz, pero no estaría de más indicar cómo, pues dejado el conflicto a su propia inercia, la paz no llegará nunca. Irán no la quiere y Siria no muestra por ella ningún interés… En cuanto a los radicales de toda condición (Hamás, Hezbolá, Al Qaeda… y todos esos a quienes tanto les gusta retratarse abrazados al kalasnikov), para ellos la paz sería una traición imperdonable.
¿E Israel? ¿Qué Gobierno israelí estaría dispuesto motu proprio a sentarse a discutir, por ejemplo, acerca del estatus de Jerusalén? Les es más cómodo seguir así, dejando que la situación se pudra.
En conclusión, si ha de llegar la paz, ésta será una paz impuesta. ¿Por quién? Podía contestarse diciendo que por las Naciones Unidas… mas sólo proponerlo produce una tristísima risa floja… Quizá pueda hacer algo por ella el nuevo Presidente de los EEUU… Pero no debiéramos engañarnos, pasados unos meses, Obama –para las mentes radicalizadas de toda laya- retomará su papel y será “la cabeza visible del imperialismo yanqui”.

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