
“Su estructura interna y su funcionamiento (de los partidos) deberán ser democráticos” (artículo 6 de la Constitución Española), pero a los partidos no les ha interesado precisar (mediante ley) ese mandato constitucional: el de ser democráticos. Quizá por eso los grandes partidos españoles -precisamente en su estructura y funcionamiento- no lo son. Es más, puede afirmarse que los aparatchiks, los dueños de los aparatos de esos partidos odian los procedimientos democráticos tanto como aman perpetuarse en el machito. Pero esa actitud obsecuente con el mando y castradora no hubiera prevalecido de no contar con un apoyo inesperado: el de la prensa española. Veamos cómo.
Explicar el adjetivo “democrático” puede dar para escribir varios sesudos tratados, pero cualquier hijo de vecino entiende que un funcionamiento partidario en el que se han suprimido el debate (es decir, la división de opiniones) y la elección (es decir, la votación en torno a dos o más candidatos para un puesto) no es democrático. Pues bien, ése es el paisaje actual en los grandes partidos. Pero hay más. Cuando alguien pretende romper los barrotes de esa jaula y consigue abrir un debate o presentar una candidatura sin el permiso de la autoridad, entonces -lo acabamos de comprobar a propósito del Congreso del PP- la prensa española se lanza con sospechosa unanimidad e inusitada fiereza a calificar el debate y la competencia electoral de “lío”, “pelea de gallos”, “jaula de grillos”, “enfrentamiento fratricida”, “división suicida”… mientras, paradójicamente, para esa misma prensa lo de Obama y Clinton en EEUU es un “sano ejercicio democrático”.
En cualquier caso, la pregunta más pertinente para tertulianos, columnistas y sedicentes informadores es ésta: ¿Por qué se han hecho ustedes partidarios del caudillismo?