“Con que no había crisis, ¿eh?”, podía haberle dicho Rajoy a Zapatero cuando éste presentó en el Congreso su séptimo “paquete de medidas” contra la cosa. “No conviene alarmar al personal”, habría sido la respuesta.
Mas, con alarma o sin alarma, la verdad verdadera es que España ya las está pasando canutas (hablando en términos agregados, porque canutas de verdad las están pasando los de abajo). Basten cuatro botones de muestra:
-En pocos meses se ha pasado de un superávit presupuestario a un déficit que galopa.
-Si los bancos españoles eran tan sólidos como se decía, ¿por qué se han puesto 100.000 millones de euros públicos para salvarlos?
-Si en tiempos de bonanza los españoles gastábamos un 10% más de lo que producíamos (ése era el nivel del déficit exterior por cuenta de la renta), ¿qué va a pasar ahora, cómo se piensa financiar ese déficit?
-En los tiempos de vacas gordas se producía un millón de viviendas y medio millón de coches al año… y, lógicamente, los empresarios de esos sectores se han forrado; entonces, ¿por qué el Estado (es decir, todos nosotros) tiene que ayudarles ahora?
La lista de preguntas sin respuesta sería interminable, pero lo más preocupante no es eso, sino la confusión que parece reinar en las mentes de quienes nos dirigen. Desde los economistas de cabecera (que no se aclaran) a los gobiernos (y no sólo el español), que no atinan la mano con la herida… y para colmo, la UE vuelve a enseñar sus vergüenzas, limitándose a vestir el muñeco que le presenta cada uno de los Estados… en manos de unos dirigentes que más que atajar la crisis parecen correr detrás de ella como pollos sin cabeza.
Poco han durado los buenos propósitos (presupuestarios y otros) en la UE. Lo dicho: nos toca contemplar el arte de no hacer nada… pero muy deprisa.
Una idea sobre “POLLOS SIN CABEZA”
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