Ibarreche anuncia (con fecha y todo) un referéndum para que los vascos decidan si Euskadi se independiza de España (por cierto, no es normal que nadie le pregunte a este pavo qué votaría él en semejante referéndum). En la misma dirección navega, respecto a Cataluña, Carod Rovira, un líder que forma parte del Gobierno de la Generalidad, presidido por un sedicente socialista llamado José Montilla, nacido en la provincia de Córdoba, quien se niega a usar en público el español (siendo ésta la lengua materna de la inmensa mayoría de los ciudadanos catalanes). Para animar la cosa, unos cuantos radicales, amparados por ERC, el partido de Carod, se dedican a quemar fotografías del Rey (no porque ellos sean republicanos sino porque el Rey es un símbolo de España) y, mientras, en las Cortes, todos los grupos nacionalistas (catalanes, vascos, gallegos…) reclaman la existencia oficial y la participación en los campeonatos internacionales de selecciones deportivas de sus respectivos territorios (no para intentar ganar o para competir ellos con solvencia sino para que España no pinte nada en el concierto deportivo internacional). Y todos estos provocadores se dirigen a sociedades -como la vasca o la catalana- cuyos ciudadanos, en su inmensa mayoría, se sienten vascos (o catalanes) y, a la vez, españoles, a los que habría de sumarse la cantidad de aquellos que -en porcentaje nada despreciable- se sienten sólo españoles.
Hablemos, al fin, claro: Prat de la Riba y otros “regionalistas” (así se hacían llamar los fundadores del catalanismo) no proponían la independencia de Cataluña, y no la proponían no porque no la desearan, sino porque sabían que eso era imposible. Percibían con claridad que frente a esa aspiración existía una apabullante mayoría… y hoy sigue existiendo esa mayoría contraria, pero sus representantes políticos son, a menudo, incapaces de plantarse y -emulando a Alan Ladd frente a Jack Palance en “Raíces profundas”- decir a los nacionalistas: “No sigan ustedes por ese camino”. Aunque, a lo mejor, para que este “basta ya” se produzca haya que cambiar la Ley electoral…pero ése es otro asunto, dentro, eso sí, de la misma triste historia.