El Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero tomó durante su primera andadura una decisión que nadie antes había querido o se había atrevido a imponer. Una medida tan decente como necesaria: despolitizar el Ente RTVE. A continuación –y quizá porque en política a una paletada de cal suele seguir otra de arena- otorgó “graciosamente” dos concesiones de televisión a sendos grupos “afines”. Una concesión (La Cuatro) fue a parar al grupo Prisa y otra (La Sexta) le fue otorgada a un grupo de amigos personales del Presidente, dentro del cual sigue brillando con luz propia Miguel Barroso (Monsieur Chacón), que era entonces Jefe de Gabinete en Moncloa.
Las “protestas de rigor”, que algunas hubo, se limitaron a señalar con el dedo, pero sin demasiado énfasis, el evidente nepotismo gubernamental. Protestas que pasaron casi desapercibidas, quizá porque llovía sobre mojado, ya que Aznar las había hecho muy gordas en este campo. En efecto, había montado un grupo mediático a su servicio (Vía Digital) usando para ello a la entonces recién privatizada Compañía Telefónica, al frente de la cual impuso a un amigo “de pupitre”: Juan Villalonga. Una operación que resultó a la postre fallida, pues la plataforma digital aznariana acabó en manos de sus enemigos, los de Prisa.
Pero a ZP no le ha ido mejor la operación que a su predecesor: se acaba de anunciar que La cuatro ha sido comprada, nada menos, que por Silvio Berlusconi, quien tiene un virrey en España apellidado Basile (Tele 5) y La Sexta está ya en manos (eso se dice) de Antena 3, es decir, del señor Lara, dueño de la mayor editorial española (Planeta), que incrementa así su grupo mediático al que pertenece el diario La Razón (periódico que, entre otras cosas, se encarga de distribuir en España el pío periódico vaticano L’Oservatore romano).
Como bien se ve, la apuesta mediática que ZP hizo pro domo sua ha terminado en manos altamente progresistas. Sólo cabe desear que Santa Lucía le conserve la vista a tan joven y brillante político leonés.
