En este día de hoy sabemos que en el año 2010 subirán los impuestos, pero no sabemos ni cómo ni cuánto. A través de alguna voz agosteña y ministerial hemos conocido que serán “los ricos” quienes habrán de pagar la factura fiscal que se prepara. Esa misma voz ministerial definió a estos “paganos” como aquellos que ingresan una renta anual superior a 50.000 euros.
¿Y cómo sabrá el Gobierno quiénes son los que ganan más de 50.000 euros? No podrá ser a través de las declaraciones del IRPF, pues éste es un impuesto en el cual el 90% de la recaudación proviene exclusivamente de los asalariados. En verdad, este impuesto debería denominarse Impuesto sobre las rentas salariales. En cualquier caso –y siempre según la citada definición ministerial-, más del 40% de los declarantes del IRPF seríamos “ricos”.
Pero vayamos al grano y “descubramos” a uno de esos ricos.
Se trata de una persona soltera, que ingresa un sueldo de 50.000 euros anuales. Una vez descontados impuestos y pagos a la Seguridad Social, dispone de una renta de 31.000… pero se ha comprado una vivienda y le ha costado 300.000 euros, que ha pagado mediante una hipoteca, cubriendo con ella el 80% del coste de esa vivienda. Pues bien, hechas las cuentas, a este “rico” le quedarán 1.500 euros al mes para darse la gran vida.
Más le valdría al Gobierno pescar a esos “peces gordos” en otros caladeros, por ejemplo, en las conocidas SICAV o en las sociedades dedicadas a operaciones especulativas, incluso poniendo un tope (así se ha hecho en Alemania) a los escandalosos ingresos de algunos ejecutivos.
Aparte, claro está, de la ya anunciada eliminación de una ocurrencia: la muy injusta deducción de los 400 euros y –pienso yo- la no menos chocante de los 2.500 euros por cada bebé que nazca en España, sea cual sea la situación económica de la madre.