TENEMOS QUE HABLAR

Las tres palabras que encabezan este texto han sido, son y serán el principio del fin, la puerta de salida de multitud de relaciones amorosas, y anuncian el desguace de convivencias que entran así, con esta frase, en la “Cofradía del santo reproche”. Tengo intención de escribir unos relatos en torno a esta demoledora frase…deseo recibir todo tipo de ejemplos, de experiencias vividas que me ilustren …como la que sigue. Esta es salida de mi imaginación.
Este domingo de primavera –aprovechando la ausencia de los niños, que han ido al teatro infantil- una pareja madrileña.
-Debemos hablar del reparto del trabajo casero –anuncia Maribel-. Ya sé que es desagradable: es desagradable el trabajo y lo es hablar de él… pero es que yo cargo con la mayor parte… y con el desorden que son capaces de crear dos críos en casa.
-Insinúas que no me ocupo de los niños… ¿piensas que no los quiero?
-No es eso… pero llegas a casa y agarras el periódico o te sientas ante el televisor. Sólo los fines de semana te ocupas de ellos o te dignas hacernos la comida.
-Sabes perfectamente que estoy hasta arriba de trabajo. Dirijo una empresa, además una empresa pequeña, ¿recuerdas?, y no como tú, que trabajas en un Ministerio.
-¿Ahora vienes con ésas, con que los funcionarios no damos un palo al agua? Vamos, me siento cornuda y apaleada… –se queja Maribel.
-No te pongas así, pero habrás de admitir que tu trabajo es más llevadero que el mío.
-¡Y dale! –protesta Maribel-. Además no es sólo eso… lo nuestro ya no marcha como antes. Hay miles de detalles que me lo hacen sentir y no me refiero a la cama, aunque también… es lo mismo que empezó a pasarme con mi ex – marido.
-No sigas por ese camino. ¿Cómo te atreves a compararme con ese gandul? Por favor… ¿Te has olvidado de quién soy?
-No, no me he olvidado. Eres una mujer y te llamas Sonia, Sonia Fonseca… pero no parece que eso sea suficiente.
Y hay una resonancia amarga  en las últimas palabras de Maribel.

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