Un nido de víboras

Si usted fuera trabajador al servicio del Ayuntamiento de Madrid y tuviera hijos de 3 a 16 años podría solicitar una “ayuda de comedor escolar”, para lo cual tendría que rellenar un impreso dentro del cual pueden leerse párrafos como los dos siguientes:

  1. Datos del/de la otro/a progenitor/a:

El/La otro/a progenitor/a es trabajador/a municipal (incluye Ayuntamiento y organismos autónomos):

  1. No deberá presentarlo si el/la otro/a progenitor/a es trabajador/a municipal, o aquellos empleados que no tengan incluido en la Declaración de la unidad familiar al/a la otro/a progenitor/a del/de la niño/a para el/la que se pide la ayuda siempre y cuando el/la niño/a conviva con el/la solicitante y el /la otro/a progenitor/a no viva en el domicilio familiar.

Como usted ya habrá adivinado, amable lector, estos galimatías reiterativos e ininteligibles se producen porque a las feministas radicales (subidas en esa montaña de basura intelectual que es el “pensamiento políticamente correcto”) se les ha puesto ahí, donde usted y yo sabemos.

Un ataque directo a nuestra lengua –y a todas- para el cual han pergeñado multitud de guías sin que en ellas haya participado lingüista alguno. Con un mínimo de sensibilidad y de sentido común, el sexismo en el lenguaje puede evitarse sin tener que recurrir  a los corsés que pretenden imponer las famosas guías. Lo ha dejado escrito el académico de la  RAE y catedrático Ignacio Bosque: “precisamente ahora que se trabaja para que el lenguaje de los textos jurídicos se acerque cada vez más al español común, las propuestas feministas parecen encaminarse en el sentido opuesto”.

Y estas sandeces se imponen mediante el miedo. El miedo a ser tachado de machista, de facha o de misógino… Y uno se pregunta, con Quevedo: “¿No ha de haber un espíritu valiente?/ ¿siempre se ha de sentir lo que se dice?/ ¿nunca se ha de decir lo que se siente?”.

Lo que más sorprende de este absurdo es que las mujeres sensatas e ilustradas, las feministas “de toda la vida”, callan y se dejan pastorear por estas iletradas. ¿También ellas tienen miedo a las víboras?

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